viernes, 1 de abril de 2011

Cinco para la nueve

Son cinco para las nueve, hora en la que está programada mi ejecución o salvación. En cualquier momento los cuatro verdugos harán su aparición, tengo miedo, pero al mismo tiempo se que debo ser valiente. A mi lado está mi confesora, quien me ha acompañado a lo largo del proceso; en ella encontré una amiga, confidente, terapeuta, maestra; en fin alguien que vivió, sufrió y rió conmigo durante esta etapa.
Por mis manos transpiro sudor frío, de repente una palmada de aliento toca mi hombro,  es mi confesora.  Ella trata de trasmitirme calma diciendo”tú la conoces, sabes su estructura, tú la hiciste, es producto de tú trabajo físico y mental”. Aquellas palabras ahuyentan el nerviosismo que había invadido mi ser.  “Inhala, exhala”, me dice mi subconsciente, un suspiro emana dentro de mí; todo está en paz por ahora.
Aún recuerdo la primera vez que pensé en ti, eras tan lejana, ajena a mí, sin embargo llegó el tiempo en que debíamos encontrarnos y enfrentarnos la una con la otra. En ese instante no imaginaba cómo serías, que temática tendrías, pero de algo estaba segura, yo debía comenzar a ocuparme de ti, antes de que tú lo hicieras  de mí.
Al encontrar el tópico sobre el cual versarías, busqué entre mis conocidos y la gente en derredor, a alguien que quisiese ayudarme y orientar a darte forma, cuerpo y contenido, yo conocí a muchas personas; pero estaban inmersas en su propia entropía. Hasta que encontré en un sendero, a mi confesora. Ella me hizo ver que era necesario te delimitara en un espacio y tiempo, para facilitar tu nacimiento.
Después de muchos desvelos y noches de insomnio logré darte un espacio y tiempo. Ahora el siguiente paso sería plantearme ¿cuál era tú problema?, preguntas como “¿Qué representas? o ¿qué significas? dentro del contexto llamado realidad, debía precisar que sabía sobre tu historia.
Une vez que supe con exactitud que curiosidad deseaba satisfacer respecto a ti, me concentré en fijarme objetivos generales y particulares que encausaran mis dudas. Estudiar, analizar, revisar, conocer, establecer, jerarquizar; entre otros verbos, eran el principio pero no el final de mis deseos y al mismo tiempo de tu naturaleza.
Tres para las nueve, falta poco. Durante la búsqueda de información acerca de ti, todo partía en torno a la hipótesis que formulé con respecto a tu esencia, afirmar o negar una proposición sobre tu ser; que fácil se puede escribir algo así; pero que equivocada estaba yo, pues en aquellos días me di cuenta  que eras compleja. La hipótesis que elaboré sobre el problema que representas, en vez de arrojarme  una afirmación,  me dio una negación. 
Ya han llegado algunos de los invitados a este singular juicio. Por un lado aquellos con los que existe un lazo de sangre, no quería que asistieran, el juicio quería librarlo yo sola, pero se enteraron que te había concluido e insistieron en venir a conocerte y ver si me salvas o me condenas.  A mi izquierda, muy cerca de mi confesora se encuentran las personas que yo escogí para llamar amigos, son pocos realmente; pero es significativo que estén conmigo en este momento.
Dos para las nueve. Mientras te escribía hubo una noción que nunca pasé por alto, algo era cierto, debía justificar porque te había escogido. ¿Por qué seguía insistiendo contigo, si me habías dado un no por respuesta?,  o  ¿para qué estudiarte?, ¿cuál era tu valor?,  si eres caprichosa con los aspirantes a profesionista, como lo soy yo.  Pero hasta ese momento comprendí, que más allá de tus caprichos, nosotros en conjunto aportaríamos algo a los demás.
Nuestra carta de presentación debía de contener un índice, que demostrará tu orden, y de mi parte una estructura de pensamiento. Nadie debe saber, ni siquiera mi confesora cuantas veces me hiciste perder la cabeza. En algunos momentos te abandonaba, por el bien de las dos, aunque tú sabías muy bien que yo regresaría; y así lo hacía, de eso te valías para que cada vez yo escribiera algo nuevo y mejorado sobre el problema que me causabas. Para poder conocerte y establecer tan tormentosa pero apasionante relación, tuve que recorrer muchos lugares, y buscar un pasado, verte en el presente para elegir tu futuro, estas en mis manos. 
Las nueve.  Ya vienen, se aproximan.  Los cuatro verdugos están en el marco de la puerta, de repente todo parece nublarse, sólo estamos ellos y yo, me caigo, ¿qué es esto? “no pasa nada” dice mi confesora; es tuya, defiéndela; no te dejaré, se que tu tampoco lo harás, eres mía, me salvarás.  


Son cinco para las nueve, hora en la que está programada mi ejecución o salvación. En cualquier momento los cuatro verdugos harán su aparición, tengo miedo, pero al mismo tiempo se que debo ser valiente. A mi lado está mi confesora, quien me ha acompañado a lo largo del proceso; en ella encontré una amiga, confidente, terapeuta, maestra; en fin alguien que vivió, sufrió y rió conmigo durante esta etapa.
Por mis manos transpiro sudor frío, de repente una palmada de aliento toca mi hombro,  es mi confesora.  Ella trata de trasmitirme calma diciendo”tú la conoces, sabes su estructura, tú la hiciste, es producto de tú trabajo físico y mental”. Aquellas palabras ahuyentan el nerviosismo que había invadido mi ser.  “Inhala, exhala”, me dice mi subconsciente, un suspiro emana dentro de mí; todo está en paz por ahora.
Aún recuerdo la primera vez que pensé en ti, eras tan lejana, ajena a mí, sin embargo llegó el tiempo en que debíamos encontrarnos y enfrentarnos la una con la otra. En ese instante no imaginaba cómo serías, que temática tendrías, pero de algo estaba segura, yo debía comenzar a ocuparme de ti, antes de que tú lo hicieras  de mí.
Al encontrar el tópico sobre el cual versarías, busqué entre mis conocidos y la gente en derredor, a alguien que quisiese ayudarme y orientar a darte forma, cuerpo y contenido, yo conocí a muchas personas; pero estaban inmersas en su propia entropía. Hasta que encontré en un sendero, a mi confesora. Ella me hizo ver que era necesario te delimitara en un espacio y tiempo, para facilitar tu nacimiento.
Después de muchos desvelos y noches de insomnio logré darte un espacio y tiempo. Ahora el siguiente paso sería plantearme ¿cuál era tú problema?, preguntas como “¿Qué representas? o ¿qué significas? dentro del contexto llamado realidad, debía precisar que sabía sobre tu historia.
Une vez que supe con exactitud que curiosidad deseaba satisfacer respecto a ti, me concentré en fijarme objetivos generales y particulares que encausaran mis dudas. Estudiar, analizar, revisar, conocer, establecer, jerarquizar; entre otros verbos, eran el principio pero no el final de mis deseos y al mismo tiempo de tu naturaleza.
Tres para las nueve, falta poco. Durante la búsqueda de información acerca de ti, todo partía en torno a la hipótesis que formulé con respecto a tu esencia, afirmar o negar una proposición sobre tu ser; que fácil se puede escribir algo así; pero que equivocada estaba yo, pues en aquellos días me di cuenta  que eras compleja. La hipótesis que elaboré sobre el problema que representas, en vez de arrojarme  una afirmación,  me dio una negación. 
Ya han llegado algunos de los invitados a este singular juicio. Por un lado aquellos con los que existe un lazo de sangre, no quería que asistieran, el juicio quería librarlo yo sola, pero se enteraron que te había concluido e insistieron en venir a conocerte y ver si me salvas o me condenas.  A mi izquierda, muy cerca de mi confesora se encuentran las personas que yo escogí para llamar amigos, son pocos realmente; pero es significativo que estén conmigo en este momento.
Dos para las nueve. Mientras te escribía hubo una noción que nunca pasé por alto, algo era cierto, debía justificar porque te había escogido. ¿Por qué seguía insistiendo contigo, si me habías dado un no por respuesta?,  o  ¿para qué estudiarte?, ¿cuál era tu valor?,  si eres caprichosa con los aspirantes a profesionista, como lo soy yo.  Pero hasta ese momento comprendí, que más allá de tus caprichos, nosotros en conjunto aportaríamos algo a los demás.
Nuestra carta de presentación debía de contener un índice, que demostrará tu orden, y de mi parte una estructura de pensamiento. Nadie debe saber, ni siquiera mi confesora cuantas veces me hiciste perder la cabeza. En algunos momentos te abandonaba, por el bien de las dos, aunque tú sabías muy bien que yo regresaría; y así lo hacía, de eso te valías para que cada vez yo escribiera algo nuevo y mejorado sobre el problema que me causabas. Para poder conocerte y establecer tan tormentosa pero apasionante relación, tuve que recorrer muchos lugares, y buscar un pasado, verte en el presente para elegir tu futuro, estas en mis manos. 
Las nueve.  Ya vienen, se aproximan.  Los cuatro verdugos están en el marco de la puerta, de repente todo parece nublarse, sólo estamos ellos y yo, me caigo, ¿qué es esto? “no pasa nada” dice mi confesora; es tuya, defiéndela; no te dejaré, se que tu tampoco lo harás, eres mía, me salvarás.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario